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La Clave del Apocalipsis

El Cristo desenmascara al Anticristo

A JESÚS
EL MESÍAS VIVO
DE VUELTA ENTRE NOSOTROS

El 13 de mayo de 1970
Jesús reveló el Apocalipsis en el Líbano

«Venga conmigo del Líbano mi amada,
Venga conmigo del Líbano, hace tu entrada.»
(Cantar de los Cantares 4,8)

«Aún un poco de tiempo,
y el Líbano pasará a ser,
Ciertamente, una Huerta,
y la Huerta se convertirá en bosque.
Entonces los sordos, ese Día,
oirán las palabras de un Libro
y, liberados de la sombra y de la oscuridad,
los ojos de los ciegos verán…
ya que el tirano no será ya, el burlón habrá desaparecido
y los malévolos serán exterminados.»
(Eclesiástico (Sirácides) 29,17-20)

Introducción

El Apocalipsis es un libro profético que informa de los acontecimientos y de los protagonistas del Siglo XX y XXI. Esta época tumultuosa es la de la reaparición y del final de una Bestia: El Anticristo, en vísperas de la Vuelta del Cristo.

Este Libro fué reveado a San Juan, el Apóstol de Jesús, en el año 95. El Apocalipsis es un «Libro cerrado, sellado de siete sellos» (Apocalipsis 5,1). Esto significa que es perfectamente secreto. Ningún hombre puede pretender descubrir el mensaje (Apocalipsis 5,3). Solamente Jesús posee la clave de la interpretación de los enigmas que se encuentran allí (Apocalipsis 5,5-7). Es él, Jesús, quien enviará a su mensajero con este «pequeño Libro abierto» (Apocalipsis 10,1-2) para revelar su contenido, cuando se cumplrán los acontecimientos apocalípticos anunciados (Apocalipsis 22,10 / 22,16).

Esta interpretación del Apocalipsis no es el fruto de un esfuerzo personal, sinó no tendría ningún valor. Es la consecuencia de las revelaciones conmovedoras hechas por el Cristo a un sacerdote libanés. Jesús le reveló la identidad insospechada de la «Bestia» del capítulo 13 del Apocalipsis a fin de iluminar los hombres de buena fe, todos los verdaderos creyentes.

El Apocalipsis predice la vuelta de esta Bestia que ya existía antes (Apocalipsis 17,8).

Jesús vuelve de nuevo, él también, para desenmascararla, aniquilarla y restaurar el Reino de Dios (Apocalipsis 1,7 / 22,20).

Esta «Bestia» es el Anticristo del que habla el mismo Juan en sus epístolas (1 Jean 2,22 / 2 Jean 7). La revelación de su identidad es la Clave que abre el «pequeño Libro cerrado» del Apocalipsis ya que, por deducción, explica todos los símbolos apocalípticos.

El autor de estas páginas es el sacerdote a quien el Señor Jesús confió esta Clave. La revelación de este mensaje tuvo por consecuencia persecuciones hipócritas y amenazas por parte de numerosos cristianos libanéses – obispos, sacerdotes y laicos- al servicio de la Bestia. Seducidos por sus enfoques y temiendo su potencia, la sirvieron. Así, sacrificaron su noble Misión y traicionaron el testimonio debido a Jesús (Mateo 24,10-12).

El depositario del Mensaje apocalíptico debía separarse de la Iglesia tras el compromiso de esta última en favor de la Bestia. Pedro, el Apóstol de Jesús, debía, antes de él, actuar así mismo hacia la Sinagoga a fin «de obedecer a Dios más bien que a los hombres» (Actos 5,27-29).

Eso fue para este sacerdote y para los que creyeron en su Mensaje una liberación moral y una restauración espiritual. Ellos «juzgaron por ellos mismos de lo que es justo» como lo prescribe Jesús (Luc 12,56-57). Estos pioneros de la liberación espiritual vienen de varias religiones y ambientes. Desencadenaron, por su fe indefectible al mensaje apocalíptico y por el amor y por la unión que reinan entre ellos, la Restauración Universal profetizada por Pedro (Actos 3,20-21).

Esta liberación hizo de ellos los creyentes independientes y los testigos auténticos del verdadero Mesías, Jesús de Nazarea.

La enigma – clave

El Apocalipsis contiene una enigma: menciona a una Bestia misteriosa en el capítulo 13: «Y vi surgir del mar una Bestia que tiene siete cabezas y diez cuernos… etc…», ha dicho San Juan.

¿Quién es esta Bestia? Tal es el enigma apocalíptico principal. Los hombres están llamados a identificarla. Sólo los sabios y los inteligentes lograrán hacerlo (Apocalipsis 13,18):

«Aquí está la sabiduría! Que el inteligente cálcula la cifra de la Bestia: pues es una cifra de hombre. Su cifra es 666».

Este enigma principal es la clave de todos los enigmas apocalípticos. Al descubrirlo, todos los demás símbolos resultan claros.

«Apocalipsis» viene del griego: «Apocalipsis». Escrito en griego, este Libro comienza por esa palabra, de dónde su nombre. En griego, «calipse» significa cubrir, velar u ocultar. «Apocalipsis», al contrario, significa descubrir, desenmascarar o revelar lo que se oculta.

Es la identidad de la Bestia que se oculta, encubierta en el libro del Apocalipsis. Durante veinte siglos – desde la revelación del Apocalipsis a San Juan, en el año 95 después de J.C. – muchos intentaron descubrir el misterio. Pero todos estos esfuerzos humanos fueron inútiles. Por fin, el 13 de mayo de 1970, Jesús mismo reveló el misterio apocalíptico. Antes de esta fecha, algunos han creído que la Bestia representaba el Imperio Romano, otros vieron allí el demonio, otros aún el comunismo, Hitler o la bomba atómica, pero ninguna de esas explicaciones correspondía a las descripciones que el Apocalipsis da de la Bestia. Ningún hombre puede descubrir la identidad de esta Bestia. El Apocalipsis mismo nos enseña que ningún ser «en el Cielo, ni sobre la Tierra» puede descubrir su misterio por un esfuerzo personal, solo Jesús tiene este poder. En efecto, San Juan ha dicho en el capítulo 5,1-5:

«Vi en la mano derecha del (Dios) que está sentado sobre el Trono un libro sellado con 7 sellos (perfectamente secreto). Y vi a un Ángel poderoso que proclamaba con fuerte voz: ¿Quién es digno de abrir el libro y soltar sus sellos? Pero nadie era capaz, ni en el Cielo, ni en la tierra, ni bajo la tierra, de abrir el libro, ni de leerlo (de comprenderlo). Y yo (Juan), lloraba mucho porque no había nadie digno (capaz) de abrir el libro ni de leerlo (durante 20 siglos nadie pudo explicar el Apocalipsis). Pero uno de los Ancianos me digo: No llores: mira, ha triunfado el León de la tribu de Judá, el retoño de David (Jesús); él podrá abrir (interpretará) el libro y sus siete sellos.»

Solo Jesús puede, pues revelar el secreto del Apocalipsis. Es la razón para la cual este libro está sellado de siete sellos. En la lengua profética, la cifra siete es la de la perfección. Eso significa que su secreto esta guardado perfectamente (véase Isaías 29,11).

Las páginas del libro están escritos «en el frente y la espalda.» Esto significa que nadie está autorizado a añadir algo bajo la pena de obtener un castigo eterno:

«Yo declaro, yo testifico a todo aquel que oye las palabras proféticas de este libro: ‘Si alguno añade algo sobre esto, Dios echará sobre él las plagas que se describen en este libro. Y si alguno quita algo a las palabras de este libro profético, Dios le quitará su parte en el árbol de la Vida y en la Ciudad Santa, que se describen en este libro.» (Apocalipsis 22, 18-19).

Es por eso que este libro sagrado está sellado con siete sellos, porque nadie más que Cristo no puede tocarle.

El Apocalipsis nos informa aún sobre un hecho importante: Jesús abrirá este libro, eso quiere decir que lo explicará, revelando su secreto a un enviado especial. San Juan ve a este hombre venir en el mundo bajo la forma de un «Ángel» teniendo en mano un «pequeño libro abierto». Juan dijo: «Vi también a un Ángel poderoso, que bajaba del cielo… Tenía en su mano un pequeño libro abierto.» (Apocalipsis 10,1-2). Este «pequeño libro abierto» es el libro que Dios tenía cerrado, puesto que era «sellado con siete sellos»; el ahí tiene ahora «abierto» en la mano del «Ángel» porque está explicado y es accesible a la inteligencia humana. El Apocalipsis, en efecto, en volumen, no es más que un «pequeño libre». Las palabras «que descienden del Cielo» significan que es la explicación del libro que desciende del Cielo.
La palabra «Ángel», en la lengua profética significa mensajero. Entonces, se trataría de un hombre. Así pues, Jesús pide a Juan en el Apocalipsis de enviar mensajes a los jefes (que son hombres) de las siete Iglesias, en estos términos: «Al Ángel de la Iglesia d’Efeso escribe… (Apocalipsis 2,1)… Al Ángel de la Iglesia de Esmirna escribe…» (Apocalipsis 2,8). Estos «Angeles» son hombres.

Jesús envía a su mensajero para explicar el Apocalipsis: «Yo, Jesús, he enviado a mi Ángel (mensajero) para darle testimonios de lo referente a las Iglesias» (Apocalipsis 22,16). Hay pues dos enviados apocalípticos: San Juan y «el Ángel» enviado más tarde.

Juan recibió el mensaje apocalíptico en símbolos incomprensibles, y el Señor le pidió explícitamente no clarificarlos: «Sella lo que han dicho los Siete Truenos (las palabras del Apocalipsis) y no los escribas (no los explica)» (Apocalipsis 10,4). Veinte siglos más tarde, cuando la Bestia apareció, Jesús también apareció para explicar el Apocalipsis, y envió a su segundo mensajero con la orden contraria precisa de publicar los enigmas:

«No selles las palabras proféticas de este libro, porque el Tiempo (la Vuelta del Cristo) está cerca (la Bestia ya que aparecio)» (Apocalipsis 22,10)

Miqueas deber, en conciencia, es pues de informar escrupulosamente y de hacer públicas las razones que me empujaron a publicar este mensaje.

Consejo
No basta con leer este texto, con comentarlo favorable o desfavorablemente. Es necesario referirse al texto del Libro del Apocalipsis. Es un pequeño Libro; no es largo para leerlo… y para releerlo varias veces, el corazón abierto a la evidencia y a la Verdad.

Cómo Jesús revela el enigma

El 13 de mayo de 1970, Jesús me apareció en Beirut (el Líbano) para revelarme la identidad de la Bestia. Pero antes de esta visión – largos años durante, muchas visiones me habían preparado a esta revelación conmovedora. He aquí las más importantes:

  1. Jesús me apareció en 1968 para pedirme:
    «Yo tengo que revelarte un secreto que te atraerá mucho enemigos: ¿Acepta tu por mi,?» Respondí espontáneamente: «Si». Él me abrazó con calor luego desapareció.
  2. Algunos meses más tarde, El me apareció de nuevo añadió:
    «Pero primero, quiero saber si eres fanatico». En el momento, yo no sabia que responder. Por fin, balbuceé: «Si ser fanático es creer, a ciegas, en ti, este no es el caso. Sé porqué creo en ti. Es con conocimiento de razon que yo te sigo». Fijó en mi, no respondió, luego desapareció.

    No obstante, años más tarde, yo comprendí que Jesús se refería muy especialmente al fanatismo de los Cristianos respeto al Islam y los Musulmanes.

  3. Algunos meses más tarde, Jesús me dijo:
    «Muchos de los que hacen la señal de la cruz sobre la cara rechazarán mis profecías bíblicas. Pretenden creer a la Biblia, pero no la tienen en cuenta. Y tu, harás caer las mascaras». Yo no comprendí nada en ese momento, de lo que Jesús quería decir.
  4. El 28 de abril de 1969, el Señor me dijo:
    «Dígales: El que dirá Santo, Santo, Santo es el Señor, el Dios Todopoderoso, bendito el que viene en nombre del Señor, verá en su alma el que le revelará la verdad» (véase Isaías 6,3 y Mateo 21,9).
  5. El 4 de mayo de 1969, estaba en el convento Santo Salvador cerca de Sidón, al Sur del Líbano. Tuve entonces la siguiente visión durante la siesta: La Biblia estaba abierta al capítulo 10 del Apocalipsis, el versículo siguiente destacándose claramente en lengua francesa:

    «Tienes que profetizar OTRA VEZ contra muchos pueblos, naciones, lenguas y reyes.» (Apocalipsis 10,11)

    Las palabras «OTRA VEZ» aparecieron en letras mayúsculas y centellaban rítmicamente con las pulsaciones de mi corazón como si estaba vinculado a ellas. Luego un brazo derecho de luz pareció, potente, señalando del índice sobre mi pecho, y con una voz muy potente me dijo en árabe: «¡Esta misión se te confía a ti!». En ese momento, yo oía el teléfono sonar. La Voz me decía: «Este teléfono es para ti. Se te piden de Beirut. Que sea una señal que son yo quien te hablo». No me levanté para responder. Siendo huésped en este convento, correspondía a algún monje responder. Y el teléfono siguió sonando durante mucho tiempo.

    Yo ignoraba todo del Apocalipsis, le había leído dos veces, desde hace tiempo, sin comprender nada. Yo no había retenido nada de su contenido y él no me atraía. Pertenecía a otros sabios explicarlo. Me bastaba de los libros del Antiguo Testamento, de las profecías mesiánicas, de los Evangelios y de las palabras claras de Jesús que se encuentran allí. Como la mayoría de la gente, incluso entre los sacerdotes, yo no me sentía atraído hacia el Apocalipsis debido a los misteriosos símbolos que se encuentran allí y que desalientan la mayoría de los lectores.

    Sin embargo, esta visión me conmovió. Yo abrí la Biblia inmediatamente al capítulo 10 del Apocalipsis. Me moví profundamente encontrando este versículo al mismo lugar que yo acababa de ver en visión, a diferencia, las palabras «otra vez» no estaban en mayúsculas. Sólo sabía pensar: «es el Diablo, quizá que quiere hacerme creer que soy alguien importante», me dije. Yo tuve miedo y me dirigí a la Virgen: «Eres mi Madre; aclárame». Y me precipité hacia el jardín para rezar el rosario. Cruzando el pórtico hacia el jardín, el portero me interrumpió: «¿Padre, donde estaba? ¿Por qué no respondió al teléfono? Fue alguien que le pedía de Beirut». Pasmado por esta interpelación, le expliqué que un monje debía responder, no yo. Esta intervención del portero aumentó aún mi perplejidad. Esto fue aún otra Señal evidente de una intervención celestial.

    En esta época, no comprendía porqué era necesario «profetizar otra vez contra…». Esta visión fue mi primer contacto profundo con este pequeño Libro. Me dejó con todo conmovido y decidido a ignorarlo.

  6. El 19 de abril de 1970, Jesús me pidió:
    «¿Por qué he enviado a Marie, nuestra Madre, aparecer en Fátima y no en otra parte? Si tienes la sabiduría, respóndeme».

    Desconcertado, no sabía responder. Después de un momento de reflexión, reconocí tímidamente: «No sé».

    Entonces Jesús reanudó amablemente: «Reflexiona más». Viéndome pensando a la búsqueda de una respuesta, me dijo sonriendo: «Para bautizarla».

    «¡Bautizar a Fátima! ¿Es el nombre de la hija del Profeta Mahoma? ¿Sería la conversión de los musulmanes?» pensaba yo.

    «Fátima» es un pueblo de Portugal donde la Virgen bendecida apareció en 1917, para dar un mensaje importante que sigue siendo secreto hasta ahora. Este «Secreto de Fátima», no revelado por los Papas, y el secreto del Apocalipsis son el mismo. En verano 2000, el Papa Juan Pablo II pretendía revelar su contenido, pero lo que fue «revelado» no fue obviamente convincente para los clarividentes.

    El nombre de este pueblo viene de «Fátima», la hija de un príncipe musulmán, quien se había hecho bautizar en Portugal al siglo XII, durante la «Reconquista» cristiana de Portugal y de España. Muerta poco después de su matrimonio, su marido cristiano, el príncipe Gonzalo Herminguès, dio su nombre a este pueblo donde la Virgen eligió aparecer. Este pueblo, es pues, el símbolo de un bautismo importante. Fátima es también el nombre de la hija del Profeta Mahoma. Especialmente es venerada por los Chiítas que la consideran como la «Madre de los Musulmanes Chiítas». Fátima representa pues a los musulmanes, en particular a los Chiítas, caros a Dios debido a su lucha legítima contra la Bestia del Apocalipsis. Por esta lucha se opera el bautismo de Fátima, símbolo de los musulmanes. Nuestra Madre, Maria, apareció en Fátima para que el mundo entero comprenda que el empeño musulmán contra la Bestia es bendecido por el Cielo. Los Cristianos, ellos mismos, deben pasar por este bautismo para ser salvados.

    En consecuencia, la Virgen me apareció para decirme: «Miqueas hijo, me los trae por el Corán». Esto me incitó, bien más tarde, a escribir mi libro: «La Mirada de fe sobre el Corán».

  7. El 12 de mayo de 1970, Jesús me apareció a la puerta del balcón de mi habitación en Beirut. Estaba en la cama. Fijaba una mirada enfurecido, el pecho inflado, la cabeza alta, hacia el Sur del Líbano y dijo en árabe: «¡No callaré tus abominaciones, o Israel!»
  8. El 13 de mayo de 1970, Jesús me reveló por fin el secreto anunciado de la siguiente manera: despertándome a la madrugada, lo vi como un hombre de Luz tallado en mármol blanco radiante, estando a la cabecera de mi cama. Una paz profunda, una seguridad y una potencia invencibles emanaban de él.

    Me dijo, hablando a través mi al mundo entero: «hoy es el 13 de mayo, día de la aparición de Nuestra Madre a Fátima (en 1917). Abre el capítulo 13 del Apocalipsis: ¡la Bestia es Israel!».

    Desapareció inmediatamente después de haberme confiado la clave de los misterios apocalípticos. Estaba completamente solo, y me sentía completamente solo frente a esta revelación conmovedora; …ya que yo era pro israelí!

    «¿La Bestia es Israel»?!… Miqueas Dios, qué Palabra!

    Mientras Jesús hablaba, un rumor infernal intentaba parasitar el Mensaje que se infiltraba, sin embargo, como un murmullo a mis orejas. No obstante, esta intervención satánica se detuvo de repente, y yo oí claramente las palabras: «Abre el capítulo 13 del Apocalipsis: La Bestia es Israel». Esta visión no duró más de unos minutos apenas, pero trastornó toda mi vida… como antes la de Pablo sobre la carretera hacia Damasco (Hechos 9).

Tras la visión, me levanté aturrullado y abrí la Biblia al capítulo 13 del Apocalipsis. Esperaba no encontrar allí ninguna Bestia, por la simpatía que tenia para Israel; yo lo consideraba salvador de los Cristianos contra los Musulmanes.
Me choqué de encontrar efectivamente «una Bestia de siete cabezas y diez cuernos». La Bestia recibió un «poder inmenso… alcanzaba curar una herida mortal, entonces la Tierra entera siguió maravillada a la Bestia» (Apocalipsis 13,3), juzgando que nadie podía medirse a ella: «¿Quién es como la Bestia, y quien puede luchar contra ella?» (Apocalipsis 13,4). Sólo los elegidos de Dios la combatirán «los nombres de quien están escritos en el Libro de vida del Cordero degollado (Jesús)» (Apocalipsis 13,8). Vi bien que Israel posee este poder inmenso, que la «herida mortal» en cuestión se aplicaba a la destrucción de Jerusalén en el año 70 después J. – C. y, obviamente, al crimen de Hitler. La gran mayoría de los hombres -y yo formaba parte de ellos- se seducen efectivamente por Israel, considerando que nadie puede atacar a este Estado. Sólo los niños de Fátima le resisten.

Mas lejos, en el mismo capítulo, yo he leído que había allí una «otra Bestia… al servicio de la primera Bestia, establece por todas partes su imperio, llevando la tierra y a sus habitantes a adorar la primera Bestia cuya herida mortal se curó… y nadie podrá comprar nada ni vender si no se señala en el nombre de la Bestia» (Apocalipsis 13,11-17). Sabiendo que la primera Bestia es Israel, la segunda Bestia que la sostiene no puede ser sino los EEUU que protege y arma a Israel. Yo comprendí aún quien son estos «enemigos quienes yo me atraeré» y quien son los «muchos pueblos, naciones, lenguas y reyes contra quienes necesitaba profetizar otra vez», puesto que el testimonio contra Israel no se hace ya hoy día como los Profetas y Jesús lo hacían antes (véase por ejemplo Isaías 1,2-4 / Jeremías 2,26-37 / Miqueas 3,9-12 / Mateo 23,33-37 / Juan 8,44).

Delante de estos detalles, me quede estupefacto; sentía la realidad del mensaje y su importancia. El miedo me amenazó. ¿Pero por qué soy yo quien recibe todo eso? ¡Soy impotente ante tales enemigos! Tras esta visión y esta lectura, me sentía tal como aislado en un mundo de silencio. Una impresión de gravedad se abatió sobre mí. Yo probé la necesidad de orar, mucho y profundamente.

Una guerra de pensamientos se desarrolló entonces en mí: «Soy un sacerdote y, como tal, yo no tengo que ocuparme de la política», pensé. Pero, por otra parte, me di cuenta que el fenómeno israelí no era político solamente, puesto que Israel se niega a reconocer Jesús como el verdadero y el único Mesías y que, a pesar de la ruptura de la primera Alianza (Jeremías 31,31-33), Israel pretende aún tener un derecho divino sobre Palestina, bajo pretexto que la Tierra Prometida permanece a los Judíos.

Yo comprendí entonces que mientras se reconoce a Israel cualquier derecho bíblico sobre Palestina significaba traicionar a Jesús y representaba un contra testimonio a su mesianismo espiritual y universal. El problema era pues de dimensión espiritual. Era necesario el discernimiento y la sutileza para reconocer a la Bestia: «Aquí esta la sabiduría, que el inteligente calcula la cifra de la Bestia: pues es la cifra de un hombre. Su cifra es 666», dice Apocalipsis (13,18).

Todos estos pensamientos me desconcertaron mucho debido a la corriente opuesta, potente y peligrosa a la cual era necesario enfrentar. Yo comprendí entonces que tal era el secreto que Jesús debía revelarme, y que debía atraerme enemigos.

En mi corazón, yo le escuche de nuevo pidiéndome: «¿Para mi, aceptas tu?» Entonces reconfirmé mi aceptación, realizando bien, esta vez, porque «debía yo profetizar otra vez contra muchos pueblos, naciones, lenguas y reyes».

Los de mi ambiente, mi propia familia, a quien yo me había abierto, se levantaron contra mí, sobre todo los que eran más cercanos a mí y los más queridos. Eso vino a confirmar la advertencia de Jesús y me hizo meditar sobre lo que había dicho a los Apóstoles: «Se tendrá para enemigos la gente de su familia» (Mateo 10,36).

Yo ignoraba que estas dificultades eran el principio de un largo combate. De hecho, el odio crecía contra mí cuando revelaba lo que el Señor me dicta en árabe el 15 de mayo de 1970: «Cuidado de mancharte las manos con la sangre del Palestino: Yo y el, somos una misma persona: Yo que soy como el, rechazado por los Israelíes».

Luego, tirando hacia El un hombre, me dijo: «Tu no ves la similitud?» Las dos caras, en efecto, se parecían perfectamente.

Entonces, yo emprendí de leer y leer de nuevo, varias veces el Apocalipsis con un nuevo interés, proveído de esta nueva luz. A medida, que yo progresaba, y a fuerza de leer, los símbolos misteriosos se aclaraban, uno tras otro.
Así, yo comprendí, entre otras cosas, no sin estupefacción, que el «nuevo nombre» de Jesús, hoy, es «Palestino»: «El vencedor… escribiré sobre el, el nombre de mi Dios… y el nombre nuevo» dijo Jesús (Apocalipsis 3,12). Todo eso al gran escándalo «de mechas gentes, nociones, lenguas y reyes», cristianos y jefes religiosos incluidos!

El domingo del Pentecostés de este mismo año, el 17 de mayo, fui invitado, por miembros palestinos de mi parroquia, a la exposición del pintor palestino Ismael Shammout. Yo acepté la invitación para dar un primer paso en el mundo palestino que yo ignoraba completamente hasta entonces. Allí, fui golpeado vivamente por un cuadro: Un fedaí (guerrero) palestino con la cara fuerte orgullosa, el pecho inflado y desnudo, los ojos ardientes de pureza y de justicia, de pie con orgullo y cólera, las manos vinculadas detrás de la espalda, la luz reflejándose sobre su cara y su pecho. Está rodeado con soldados israelíes, de pies en la sombra alrededor de él, sus armas temerosamente dirigidas contra él; y tenían una apariencia mezquina.

Todo es paradójico en este cuadro: es preso, pero victorioso; se creen triunfando, pero parecen vencidos; él juzga, y ellos condenados. Yo examiné el hombre durante largo tiempo: era la cara de Jesús que yo había visto en mi balcón que observaba con cólera hacia el Sur, amenazando Israel. Es también la misma cara que yo había visto desde hace dos días, cerca de la cara de Jesús, idéntico al suyo. Y, inmediatamente, oí la voz del Maestro:
«Y es así que es yo me puse de pies, yo también, delante del gran sacerdote cuando, desafiándome, me preguntó si yo soy de verdad el Mesías, el Hijo de Dios. Respondiéndole afirmativamente, con fuerza y certeza, como en este cuadro, se volvió rojo de cólera, con los suyos conmigo y me condenaron a muerte».

Yo, inmediatamente, quise tener detalles más amplios sobre este cuadro. El pintor me dijo: «Este hombre representa Mahmoud Hejazi, el primero de los ’fedayin‘ (guerreros) encarcelados. Es actualmente aún prisionero en Palestina en las cárceles israelitas.»

Dos años más tarde, tuve la gracia de entrevistarme con a Mahmoud que venía siendo libre. Nos abrazamos calurosamente. Eso me recordó al afectuoso abrazo del Señor cuando yo había aceptado la revelación del secreto, al precio de persecuciones.

De nuevo, el 20 de mayo de 1970, Jesús me dice:

«Sí, el Palestino es la piedra de tropiezo».

Yo estaba, hasta entonces, completamente indiferente respecto al drama palestino; pero por lo tanto mi interés se despertó y yo intente conocer mejor a este pueblo y a comprender el sentido profundo de su grito desgarrador. Así aprendí a amarle, tal como está, debido a la gran injusticia que se le hace, y que le identifica con Jesús.

Muchas otras iniciativas divinas me permitieron comprender el mensaje apocalíptico que estoy destinado a revelar hoy día. Lo que se mencionó basta a un hombre de buena voluntad que desea tener datos precisos sobre los hechos. Espero, así, poder contribuir a dar al lector a comprender la situación en sentido espiritual, como fue revelada por Jesús, y no de interpretarla políticamente, según de las visiones de los hombres y los medios de comunicación cómplices.

Así se me fue entregada la Clave del Apocalipsis. Estoy llamado hoy día a explicar este «Pequeño Libro» que quedo misterioso durante mucho tiempo. Por eso, es necesario, como ha dicho el Apocalipsis, «sabiduría y inteligencia» (13,18) para aceptar esta Revelación Divina, tan clara y tan simple. Es necesario también tener fe, amor de verdad y la justicia, así como valor para ir contra el corriente de la política pro- israelí «de muchos pueblos, naciones, lenguas y reyes».

A partir de esta «Clave», se pueden por fin abrirse los «7 sellos del pequeño Libro» y comprender todo el simbolismo del Apocalipsis. El Tiempo anunciado por el Apocalipsis ha llegado, Jesús reveló el misterio con el fin de salvar a los hombres de buena fe – de toda raza y de toda religión y a los judíos mismos del hechizo de Israel.

Por fin es importante destacar dos puntos que, tarde o temprano, deben se admitidos por todos:

  1. El Apocalipsis, ese libro oscuro, no nos fue dado para seguir cerrado al entendimiento e incomprendido. Así no se vería la utilidad práctica y saludable.
  2. La interpretación de este santo pequeño Libro no puede ser una obra estrictamente humana, y no puede llegarnos, sino por el medio por el cual su simbolismo nos fue dado, a saber por revelación divina (Apocalipsis 5,1-5). Este hecho se explica más tarde.

Es por eso no deseo parecer como uno de los que ofrecen aún otra interpretación personal del Apocalipsis. Él me ha pedido ser informador y testigo fiel de una Revelación divina.

Por fin, Jesús me dijo, lo que fue dicho anteriormente al profeta Ezequiel:

«Hable y revela estas cosas a mi pueblo. Que ellos te escuchan o no te escuchan, tu, hablas» (Ezequiel 2).

Presentación del libro

El Apocalipsis contiene las profecías relativas a la vuelta y la caída final de Israel. Este Estado no volverá a reaparecer nunca más. Es el final de su tiempo. Es lo que Jesús llama el «final del tiempo de los Paganos» (Luc 21,24), que significa el final del tiempo del Anticristo, y, según San Pablo, el final del «misterio de la obra de la impiedad» (2 Tesalonicenses 2,7-8). Es para prevenir a Los Suyos que Jesús reveló el Apocalipsis a Jean. «Los Suyos», hoy día, son los que creen en El. En efecto, este Libro comienza así:

«Revelación (Apocalipsis) de Jesucristo, Dios se lo dio (lo dio a Jesús) para mostrar a sus servidores (los creyentes) lo que debe llegar pronto. El (Jesús) envió su Ángel para darla a conocer a Juan su servidor (Apocalipsis 1,1).
Dichoso el que lea y los que escuchen las palabras de esta profecía y guarden lo escrito en ella, porque el Tiempo está cerca» (Apocalipsis 1,3).

Como muchos cristianos, San Juan fue exiliado a la isla de Patmos, en el año 95 después J.C., por el emperador Domiciano. Fue en esta isla que recibió las numerosas visiones apocalípticas:

«Yo, Juan… me encontraba en la isla llamada Patmos por causa de la Palabra de Dios y del testimonio de Jesús» (Apocalipsis 1,9).

San Juan en dos ocasiones revela, haber recibido del Cristo la orden de escribir sus visiones en un libro: «lo que veas escríbelo en un libro y envíalo a las siete Iglesias…» (Apocalipsis 1,11). «Escribe, pues, lo que has visto: lo que ya es y lo que va a suceder más tarde» (Apocalipsis 1,19). Este Libro que Juan escribió es el Apocalipsis. Es necesario constatar bien que hay dos épocas: «lo que ya es», a continuación «lo que va a suceder mas tarde». La segunda época se refiere a un tiempo particular del futuro. Es el nuestro.

Así pues, este Libro, que consta de 22 capítulos, se divide en dos partes bien distintas: una primera parte relativa al tiempo de Juan, «lo que ya es» , y una segunda parte relativa a un tiempo futuro, «lo que va a suceder más tarde». La misión del segundo enviado apocalíptico, el Ángel del Apocalipsis (10,1-2), es específico: explicar las profecías relativas a este segundo tiempo, «el futuro», ya, ahora, realizado y actual.

La primera parte

Se compone de 3 y se dirige a las siete principales Iglesias del Asia Menor (Turquía) fundadas por Juan. Implica exhortaciones a la fe.

Esta primera parte, contrariamente a la segunda, está bien estructurada. se constata en ella una consecuencia lógica, bien ordenada y más bien comprensible. Nosotros no demoraremos en estos tres capítulos que no son el objetivo de nuestro estudio.

La segunda parte

Va de los capítulos 4 al 22. Corta claramente con la primera parte, y comienza así: «Vi una visión: He aquí que una puerta estaba abierta al Cielo, y la voz… me decía: sube acá, que te voy a enseñar lo que ha de suceder después» (Apocalipsis 4,1). Él se refiere pues a los acontecimientos futuros ya mencionados en Apocalipsis 1,19.

Algunos piensan que los capítulos de la segunda parte, como los de la primera, son válidos para todo el tiempo y los lugares y que hablan de la lucha contra el mal en general. Este no es el caso, puesto que Dios designa un tiempo particular posterior a Juan, y un lugar bien preciso, Palestina, como lo muestran los versículos siguientes:

Un tiempo particular y un lugar preciso

1. «Revelación de Jesucristo, Dios se lo dio para mostrar a sus servidores lo que debe llegar pronto.» (Apocalipsis 1,1)

2. «Escribe, pues, lo que has visto: lo que ya es y lo que va a suceder más tarde (la vuelta de la Bestia)» (Apocalipsis 1,19)

3. «Sube acá, que te voy a enseñar lo que ha de suceder después (aún la vuelta de la Bestial).» (Apocalipsis 4,1)

4. «Un Ángel (Jesús) que tiene una enorme cadena en mano… dominó el Diablo, Satanás, y lo ató por mil años… y lo encerró en el abismo hasta final de los mil años. Después tiene que ser soltado por poco de tiempo» (Apocalipsis 20,1-3). «cuando se terminen los mil años transcurridos, será Satanás soltado de su prisión, y saldrá a seducir las naciones» (Apocalipsis 20,7)

5. «La Bestia era y ya no es, y va a subir del Abismo pero camina hacia su destrucción» (Apocalipsis 17,8).

Constatamos 3 puntos importantes aquí:

  1. La «Bestia» existía en el pasado («era»), antes de la redacción del Apocalipsis. Eso no se aplica ni al comunismo, ni al Islam, ni a Hitler ni tampoco a las armas nucleares.
  2. La «Bestia» no existe más del tiempo de Jean («ya no es»). No se puede, pues, decir que simboliza el mal en general, que signe existiendo siempre, ni el Imperio Romano, como lo pretenden algunos exegetas, ya que este imperio existía aún en 95.
  3. Vuelve después de Juan porque ella «va a subir del Abismo». Su vuelta coincide con la liberación de Satanás (Apocalipsis 20,7). Vuelven, de nuevo, ambos «del Abismo» (Apocalipsis 11,7/20,1-3).

6. «Siete ángeles que llevan las siete plagas, las últimas, porque con ellas se consuma el furor de Dios» (contra la Bestia, poniendo fin a su existencia) (Apocalipsis 15,1)
7. «Diez reyes que no han recibido aún el reino; pero recibirán (en el futuro) con la Bestia un poder real» (Apocalipsis 17,12)

8. «Cuatro ángeles sobre el gran río Éufrates (Irak) que estaban preparados para la hora, el día y el mes y el año.» (Apocalipsis 9,15)
Se trata de un momento y de un lugar histórico bien preciso: el Éufrates. Esto se adapta perfectamente a la guerra internacional contra Irak. En efecto, los EEUU, presididos por Georges W. Bush mayor, y sus aliados de Europa habían amenazado este país, en 1990, de actuar militarmente contra el fijándole fecha ultima: medianoche (la hora), del 16 (el día), de enero (el mes), 1991 (el año). De hecho, esta amenaza se puso en práctica inmediatamente después de medianoche del día anunciado. Esta guerra internacional contra este país del Éufrates es un signo apocalíptico incuestionable para los que tienen el espíritu profético. Es la única guerra de la historia del mundo que fue fijada de antemano, «la hora, el día y el mes y el año» (Apocalipsis 9,15). Es una trompeta apocalíptica bien sonora que solamente los sordos no la oyen.

Con el fin de destacar la importancia de este acontecimiento, el Apocalipsis menciona el Éufrates una segunda vez, aún: «El sexto ángel derramó su copa sobre el gran río Éufrates…» (16,12). Esta segunda mención del Éufrates se refiere a la segunda guerra desencadenada por los Estados Unidos de América el 19 de marzo de 2003 contra Irak, sobre el Éufrates. Estas dos guerras fueron desencadenadas por dos Presidentes americanos, padre e hijo del mismo nombre: George W. Bush (padre) y Georges W. Bush (hijo).
El primero, George Bush padre, figura entre estos «10 reyes al servicio de la Bestia pero que aún no habían recibido poder real» en el tiempo de San Juan (Apocalipsis 17,12). Es el octavo (véase capítulo siguiente sobre estos «10 reyes»). Su hijo, Georges Bush hijo – que lleva providencialmente el mismo nombre que él- es el decimoprimero rey, pero es, aún uno de los diez precedentes (puesto que ya su nombre existe) ya que es la obra de su padre que el le ambiciona de acabár. El es entonces uno de estos diez reyes, en el mismo espíritu profético, que el octavo rey de la Bestia es dicho «uno de los siete por tanto» ya que pretende terminar el trabajo de los 7 precedentes (Apocalipsis 17,10-11).

9. La segunda guerra contra Irak viene a cumplir la segunda profecía relativa al Éufrates (Apocalipsis 9,14 / 16,12). Es la guerra de Armagedón (Apocalipsis 16,16). La travesía del Éufrates por «los reyes del Oriente» se comprendera en el momento de su realización (Apocalipsis 16,12).

10. «El Señor Dios que inspira a los profetas ha enviado a su Ángel para manifestar a sus siervos lo que ha de suceder pronto. Mira, vengo pronto.» (Apocalipsis 22,6-7).
Queda claro que estos acontecimientos son las señales del Tiempo de la Vuelta del Cristo. ¡Oiga quien puede!

11. Los tres versículos que siguen indican que los acontecimientos apocalípticos temporales son de un nivel esencialmente espiritual: mencionan una guerra última entre el Cristo y los suyos contra el Anticristo y los suyos. Esta batalla decisiva se desarrolla en un lugar geográfico preciso, a saber Palestina, y, en particular, Jerusalén:

«Los gentiles pisotearán la Ciudad Santa (Jerusalén) durante cuarenta y dos meses» (Apocalipsis 11,2)

«La Bestia que surge del Abismo les hará la guerra, los vencerá y los matará. Y sus cadáveres, en la plaza de la Gran Ciudadallí donde su Señor también fue crucificado…» (Apocalipsis 11,8). Jesús fue crucificado en Jerusalén.

«Cuando terminaron los mil años, será Satanás soltado de su prisión, y saldrá a seducir a las naciones de los cuatro extremos de la tierra, a Gog y a Magog, y a reunirlos para la guerra….subieron por toda la anchura de la tierra (Palestina), y invertieron el campamento de los santos, y de la Ciudad amada (Jerusalén).» (Apocalipsis 20,7-9).

La Bestia es el Anticristo

Todos los intérpretes bíblicos reconocen que la Bestia es el Anticristo de quien habla Juan, el Impío o el Adversario (del Cristo: el Anticristo) previsto por Pablo. Debe aparecer a vísperas de la Vuelta del Cristo: Juan dijo «¿Quién es el mentiroso, si no el que niega que Jesús es el Cristo? Ese es el Anticristo.» (1 Jean 2,22).

Los Israelíes son los únicos que niegan «que Jesús es el Cristo», el Mesías de Dios. El Islam declara esta Verdad, el Corán reconociendo, además, que Jesús es la «Palabra de Dios y el Espíritu de Dios» (Corán III; La Familia de Imran, 45).

Pablo dijo: «Con respecto a la Llegada (Vuelta) de nuestro Señor Jesucristo… debe antes revelarse el hombre Impío, el Ser Perdido, el Adversario (el Anticristo)… Recuerdan que estando aún cerca de ustedes, le decía esto» (2 Tesalonicenses 2,1-5).

El tiempo apocalíptico es, pues, reconocible por la reaparición del Anticristo en Palestina, en el mismo corazón de Jerusalén, para llevar la batalla final contra el Cristo. Este último lo superará y el Anticristo desaparecerá para siempre (Apocalipsis 17,8). Esto confirma lo que Jesús ya había revelado a sus Apóstoles respecto al Tiempo Final: «Cuando verán a Jerusalén cercada por los ejércitos, tomen en cuenta que su devastación está cerca» (Luc 21,20). Tengamos en cuenta también que es la Hora de la Vuelta de Jesús.

En la parábola de la higuera, Jesús nos pide reconocer este Tiempo en que la Bestia aparece, y que precede su Vuelta:

«De la higuera aprenden esta parábola. Desde que su ramaje se vuelve flexible y que sus hojas crecen, se dan cuenta de que el verano se acerca. Del mismo modo, ustedes también, cuando vean todo eso (la Bestia en Palestina), se dan cuenta que Él (el Hijo de l’ Hombre, Jesús) está cerca, a las puertas» (Mateo 24,32-33)

Es entonces imprescindible! Es necesario pues descubrir la identidad de la Bestia para darse cuenta de que la Hora de la Vuelta de Jesús sonó.

El Apocalipsis, un libro de Juicio

El libro del Apocalipsis es un libro de Juicio: Condena a la Bestia y a sus aliados (14,9-11), pero concede la Vida Eterna a los que lo desenmascaran y lo combaten. El Juicio se presenta de la siguiente manera:

«Luego vi un gran Trono blanco, y al que está sentado sobre él… fueron abiertos unos Libros (las Santas Escrituras), luego se abrió un otro Libro (el Apocalipsis), que es el de la Vida; y los muertos fueron juzgados según los escritos en los Libros» (Apocalipsis 20,11-12).

Estos «muertos» representan la humanidad entera hundida en las oscuridades mortales de la ignorancia; no son las almas que dejaron la tierra para el más allá. Todos los que, aquí abajo, oyen el Mensaje de este Libro abierto y lo ponen en la práctica corresponden a la Vida espiritual: «Dichoso el que lea y los que escuchen las palabras de esta profecía y guarden lo escrito en ella…» (Apocalipsis 1,3). Antes, Jesús empleó la misma lengua: «La hora viene – y ya está- dónde los muertos oirán la voz del Hijo de Dios y los que la habrán oído vivirán» (Jean 5,25). Esto significa, por supuesto, de reanudar vida espiritualmente. Es la «primera resurrección» de la cual habla el Apocalipsis (Apocalipsis 20,5). El «Pequeño Libro Abierto» viene a dar esa Vida a los que le escuchan, «quiénes tienen oídos para oír lo que el Espíritu dice» a los hombres del mundo entero (Apocalipsis 3,22).

Así pues, este «Otro Libro», abierto después de los primeros, es el Apocalipsis. Estaba cerrado, «sellado con 7 sellos en la mano de el que está sentado sobre el Trono» (Apocalipsis 5,1). Está abierto a nuestra inteligencia después de los otros Libros de la Biblia, siendo el último al haberse sido comprendido. Hoy día, como antes con sus primeros Apóstoles, Jesús vuelve hacia sus nuevos Apóstoles para «abrirles su entendimiento a la inteligencia de las Escrituras», y especialmente al Apocalipsis (Luc 24,45).

Hay que subrayar que «Aquél que está sentado sobre el Trono Blanco» (Apocalipsis 20,11) no tiene ya en mano este Libro que tenía cerrado en el capítulo 5,1. La razón es que «el Cordero (Jesús) vino a tomar el Libro de la mano derecha de el que está sentado sobre el Trono» (Apocalipsis 5,7), para entregarlo al Ángel que «tenía en su mano un pequeño Libro Abierto» (Apocalipsis 10,2), como eso fue explicado en el capítulo 1. Este pequeño Libro es el Apocalipsis, pequeño en volumen, pero grande en Sabiduría.

Desde la apertura de este «Pequeño Libro» (Apocalipsis 10,2), el juicio del mundo está en curso: Los que toman partido con la Bestia, el Anticristo, aún séan cristianos, y se oponen al Cristo; y los que lo combaten, aún séan paganos, y se unen al ejército espiritual del Cristo. El juicio divino se opera por el triunfo de Jesús y de los suyos y por la derrota definitiva de la Bestia y sus aliados: «Esos diez cuernos, son diez reyes… están todos de acuerdo en entregar a la Bestia el poder y la potencia que ellos tienen. Estos harán guerra contra el Cordero, y el Cordero los vencerá en unión con los suyos, los llamados y elegidos y fieles… (Apocalipsis 17,12-14)… Vi entonces a la Bestia y a los reyes de la tierra con sus ejércitos reunidos para entablar combate contra el que iba montaba en el caballo (Jesús) y contra su ejército. Pero la Bestia fue capturada y con ella el falso profeta – el que había realizado al servicio de la Bestia y de los que adoraban su imagen, las señales, y los dos fueron arrojados vivos al lago del fuego» (Apocalipsis 19,19-21).

Constatamos pues dos campos que se oponen: el de la Bestia contra el de quien iba montado en el caballo.
Los protagonistas del primer campo son: el Dragón, la Bestia, los diez reyes y sus ejércitos.

Los protagonistas del segundo campo son: el que iba montado en el caballo, su ejército, la Mujer, los dos Testigos, el Ángel. En el capítulo siguiente damos detalles más amplios sobre los protagonistas.

Resumen de la historia

Los protagonistas aliados del Anticristo

Satanás

Jesús, en su primer advenimiento, ató al diablo:

«Es ahora el juicio de este mundo, ahora el príncipe de este mundo será echado fuera», había dicho Jesús (Jean 12,31).

El Apocalipsis predijo la liberación del diablo después de mil años simbólicos:

«Vi un Ángel (Jesús) que bajaba del Cielo… Dominó el Dragón, Satanás, y lo encadenó por mil años… cuando los 1.000 años se cumplan, Satanás, suelto de su prisión, saldrá a engañar las naciones de los cuatro angulos de la tierra, a Gog y a Magog, y a reunirlos para la guerra… subieron sobre la anchura de la tierra… y rodearon a la Ciudad amada» (Apocalipsis 20,1-9).

Después de haber sido atado por el Cristo, el diablo fue liberado del abismo, por el Anticristo, la Bestia, cuyo símbolo es la Estrella (de David). El Apocalipsis dice:

«El quinto Ángel tocó la trompeta… Entonces vi una estrella que había caído del cielo a la tierra (la Bestia caída). Se le dio la llave del pozo del Abismo (el infierno). Abrió el pozo del Abismo y subió un humo como hum de un gran horno, y el sol y el aire se oscurecieron…» (Apocalipsis 9,1-2)

Eso significa, por supuesto, el Sol de la Justicia y de la Verdad. Es la Luz espiritual que se ha apagado de sobre tierra. Es por eso que «el sol se volvió negro» (Apocalipsis 6,12/Mateo 24,29). La complicidad entre Satanás y el Anticristo es perfecta. Este último libera al diablo quien, a su turno, lo vuelve a traer sobre la «Tierra Prometida». El Cristo rechazó la colaboración con el diablo. El Anticristo, al contrario, la busca. El clan satánico, formado así, está respaldado por la segunda Bestia con el fin de establecerlo en Palestina para fundar, contra la voluntad explícita de Dios, un reino sionista (véase 1 Samuel 8 y el texto «El Drama de Jesús»).

La Bestia

Una «Bestia» existía en el pasado, ella ya no existe más en el año 95, fecha en la cual fue escrito el Apocalipsis. Juan lo ve volviendo por un Tiempo en el futuro, pero para desaparecer para siempre:

«Vi surgir del mar una Bestia que tiene diez cuernos y siete cabezas, sobre sus cuernos diez diademas… (Apocalipsis 13,1)… Su cifra es 666 (Apocalipsis 13,18)… Esa Bestia, era (en el pasado, antes del año 95) y ella no es más (en el año 95); y está para subir del Abismo, e ir a perdicíon (Apocalipsis 17,8)… Y nunca más será hallada (Apocalipsis 18,21)»

Israel es el único Estado que existía en el pasado (antes de 95) como Reino y no era más en el año 95, pues fue destruido por Tito en el año 70.

Bajo Salomón, su Reino llegó al apogeo de su gloria, hasta llegar a ser el famoso Imperio salomónico. Nada más que «el peso del oro que llegó a Salomón en un año fue de 666 talentos de oro…» (1 Reyes 10,14 / 2 Crónicas 9,13). Para descubrir la identidad de la Bestia, es necesario comparar su «cifra 666» con el peso del oro (666 talentos) que entraba a las cajas de Salomón. Ya que la Bestia sueña en restablecer el Imperio de Salomón, el «Grande Israel», convirtiendo a la cifra «666» en su símbolo. A tener en cuenta, que es una «cifra de hombre» (Apocalipsis 13,18); eso significa que esta Bestia es el símbolo de un grupo humano.

La potencia de la Bestia

En su tercera aparición, la Bestia vuelve de nuevo al mundo armada con una gran potencia que le confieren «el Dragón» y su aliado «la otra Bestia» (Apocalipsis 13,11):

«El Dragón le dió su poder y su trono y grande autoridad» (Apocalipsis 13,2)

Es necesario destacar que es Satanás – y no Dios quien sostiene a la Bestia, y es aún él quien reúne sus sujetos de los «cuatro angulos de la tierra» en Palestina. (Apocalipsis 20,7-8).

«Vi luego otra Bestia que subiá de la tierra… al servicio de la primera Bestia, estableciendo por todas partes su imperio…» (Apocalipsis 13,11-17)

«La herida» de la Bestia

La Bestia había cido herida mortalmente en la cabeza, pero se curó de su herida: «Una de sus cabezas había sido herida a muerte, pero su herida mortal había sido curada» (Apocalipsis 13,3).

Esta herida mortal es el símbolo de las dos destrucciones sufridas por Israel anteriormente y evoca igualmente al crimen de Hitler. El profeta Jeremías empleó esta expresión al momento de la destrucción de Jerusalén por Nabucodonosor:

«Mis ojos se funden en lágrimas; día y noche sin perdón: ya que un gran desastre alcanza a la hija de mi pueblo, una herida muy grave.» (Jeremías 14,17)

La bestia, curada de su herida mortal, reaparece gloriosa, potente, seductora y bien sostenida por sus aliados: el «Dragón» y la «segunda Bestia». El mundo admira la «resurrección» de Israel.

Potencia de seducción de la Bestia

El mundo está en admiración delante de esta Bestia sanada que reaparece con gloria y potencia. Todos declaran que nadie es capaz de combatirla:

«Entonces, la tierra entera siguió maravillada a la Bestia… y se postraron ante la Bestia: ‘¿Quién como la Bestia, y quien puede luchar contra ella?’ (Apocalipsis 13,3-4). …los habitantes de la tierra, cuyo nombre no se inscribió a partir del origen del mundo en el Libro de la Vida, se maravillarán al ver la Bestia» (Apocalipsis 17,8).

En efecto, nadie se atreve a pretender vencer al Estado de Israel. La gran potencia de este pequeño Estado se extiende a distintos niveles importantes (militar, social, de información, financieros, grupos internacionales de presión etc…). Esto le da un imperio internacional que intimida, o incluso paraliza la mayoría de los hombres. Quieras que no quieras, el mundo sigue la política israelí. Incluso el Vaticano no se atreve a oponerse, ni declararse a favor del Mesías, Jesús, ante su potencia. Nadie cuenta con el desenlace trágico que sufrirá Israel, desenlace profetizado por al Apocalipsis.

Duración de la Bestia y su caída

Se le da a la Bestia de triunfar durante un período simbólico de «cuarenta y dos meses», de establecerse, por la guerra, sobre todo la amplitud de Palestina y de ocupar Jerusalén antes de desaparecer de repente:

«Los paganos (los sujetos de la Bestial) hollarán la Ciudad Santa (Jerusalén) cuarenta y dos meses» (Apocalipsis 11,2)

Se califican de «paganos» debido a su denegación de Jesús.

«Y cuando los mil años fueren cumplidos, Satanás será sueto de su prisión, y saldrá para engañar las naciones (los paganos ya mencionados)… Gog y Magog (símbolo de los paganos) de las cuatro extremidades de la tierra y a reunirlos para la guerra (no para la paz: shalom)… Subieron por toda la anchura de la tierra (los colonos judíos), y circundaron a la Ciudad amada (Jerusalén). Pero bajó un fuego del Cielo y los devoró» (Apocalipsis 20,7-9).

Los Judíos sionistas, falsos Judíos según Apocalipsis 2,9 / 3,9, empujados por Satanás, no por Dios, vienen a Palestina de las cuatro extremidades del mundo. Llegan «seducidos» por el mito de la «Tierra Prometida». Ellos se establecen allí, por la guerra y no por la paz, sobre toda la anchura de la tierra, hasta en Jerusalén que la declaran su capital. Juan vió la destrucción cierta y repentina del Estado de Israel bajo la forma de un «fuego que baja del Cielo».

La Otra Bestia (los Diez Reyes)

Tras la primera Bestia, San Juan ve «una otra Bestia» quién se emplee a establecer el imperio de la primera Bestia, imponiéndola a todas las naciones, por todos los medios. Esta segunda Bestia se califica también como «falso profeta» (Apocalipsis 19,20), ya que habla en favor de la primera Bestia y profetiza erróneamente su éxito (la verdadera profecía predice, al contrario, su derrota). También está representada por los «diez cuernos» sobre las cabezas de la primera Bestia que representan los «diez reyes» a su servicio:

«Vi luego… otra Bestia… al servicio de la primera Bestia, establece por todas partes su dominio… y hacer que fueran exterminados cuantos no adoran la imagen de la Bestia… nadie podrá comprar nada ni vender sino el que lleve la marca con el nombre de la Bestia» (Apocalipsis 13,11-17).

«Esos diez cuernos, son diez reyes, que no han recibido aún reino, pero recibirán con la Bestia la potencia real. Están todos de acuerdo en entregar a la Bestia el poder y la potencia que ellos tienen» (Apocalipsis 13,1/17,3 y 17,12-13).

«Pero la Bestia fue capturada, y con ella el falso profeta – el que había realizado al servicio de la Bestia las señales…» (Apocalipsis 19,20) «y el Diablo, su seductor, fue arrojado al lago de fuego y azufre, donde están también la Bestia y el falso profeta» (Apocalipsis 20,10).

Se destaca que estos diez reyes aparecen al mismo tiempo con la Bestia. El apoyo incondicional de los Estados Unidos de América a Israel revela la identidad de la segunda Bestia. Los «diez reyes» son los diez Presidentes de los EE.UU. desde la fundación de Israel en 1948, de Truman a Clinton que es el décimo: Truman, Eisenhower, Kennedy, Johnson, Nixon, Ford, Cárter, Reagan, Bush Sr, Clinton que es el décimo.

George W. Bush Jr. es el decimoprimero, aún uno de los diez precedentes, por su padre de quien el nombre, idéntico al suyo, figura entre los diez.

Sin estos diez reyes de América, Israel no habría ni siquiera existido ni subsistido…

Finalmente, decepcionados de su obra, los «diez reyes» (a partir del reino de Bush Jr.) y la propia Bestia destruirán Israel pegandole a «Jerusalén», su corazón. Será una clase de autodestrucción: «Esos diez cuernos y la Bestia van a aborrecer a la Ramera (Jerusalén)… La quemarán con fuego» (Apocalipsis 17,16). Cuando eso llegará, comprenderemos mejor de que manera Jesús, el Cristo vivo, destruirá el Anticristo.

La Prostituta es «la mujer sentada sobre la Bestia» (Apocalipsis 17,3-5). Juan explica que «esa mujer, es la Gran Ciudad (Jerusalén), la que reina sobre los reyes de la Tierra» (Apocalipsis 17,18). Isaías ya la había calificado de prostituta: «¿Cómo se convirtió en una prostituta la ciudad fiel? Sión, llena de honradez, la justicia habitaba en ella pero ahora homicidas» (Isaías 1,21). Reina sobre los «10 reyes» y, por ellos, sobre los otros jefes de Estados y sus ejércitos. Juan la vé «dividida en tres partes»: judía – cristiana – musulmana (Apocalipsis 16, 19), poniendo fin al sueño sionista.
Los que colaboran con la Bestia se excluyen para siempre del Libro de la Vida Eterna; los elegidos son los que la combaten:

«Todos adorarán a la Bestia, todos los habitantes de la tierra cuyo nombre no se encuentra escrito, a partir del origen del mundo, en el Libro del Cordero (Jesús) degollado (crucificado)» (Apocalipsis 13,8-9)

Los protagonistas aliados del Cristo

«El Jinete»

El Jinete del Apocalipsis es Jesús, «la Palabra de Dios. Hace la guerra con justicia contra los paganos»:

«Vi el cielo abierto, y había un caballo blanco; el que estaba sentado sovre él se llama ‘Fiel’ y ‘Verdadero’. Y juzga y combate con justicia… tenia escrito un nombre que solo él conoce (Palestino); un manto empapado de sangre (de los mártires de la Bestia); ¿y su nombre? El Verbo de Dios. Y los ejércitos del Cielo (Hizbollah, etc…) lo seguían sobre caballos blancos…» (Apocalipsis 19,11-16)

El nombre misterioso que «solo El conoce» significa que Jesús se vestirá de una nueva aparencia conocida solo por El y por los a que El querra revelarse a ellos (Apocalipsis 3,12). Es así que El regresa «como un ladrón» (Apocalipsis 3,3 & 16,15 / 1 Tesalonicenses 5,2/2 Pedro 3,10).

«La Mujer»

En el centro del Apocalipsis aparece una Mujer radiante:

«Una gran señal apareció en el Cielo: ¡una Mujer! Vestida del sol, con la luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza» (Apocalipsis 12,1)

Esta Mujer es Maria, la Madre del Mesías:

«La Mujer dio luz a un Hijo varón (Jesús), el que ha de regir a todas las naciones con un cetro de hierro» (Apocalipsis 12,5)

El demonio lleva la guerra contra la Mujer y sus niños:

«Cuandó el Dragón vio que había sido arrojado a la tierra, persiguió a la Mujer que había dado luz al Hijo varón (Apocalipsis 12,13)… airado contra la Mujer, el Dragón fue a hacer la guerra al resto de sus hijos, los que guardan los mandamientos de Dios y mantienen el testimonio de Jesús (contra la Bestia)» (Apocalipsis 12,17)

Es esta Mujer, la Virgen María, que apareció en La Salette (Francia), en 1846, para denunciar la traición del clero y anunciar la próxima aparición del Anticristo respaldado por los 10 reyes. Ella predice también la llegada de la Bestia (véase texto «La Salette»). Maria apareció de nuevo en Fátima (Portugal), en 1917, para prevenir al mundo de los cataclismos apocalípticos, dejando a los Papas el cuidado de revelar un secreto en 1960. no lo revelaron nunca.

El Papa Juan Pablo II pretendió averlo revelado en el verano del 2.000, pero este secreto permanece ocultado por la mafia vaticana. Pensamos que ese secreto ponía en guardia el mundo contra el Anticristo y su infiltración al Vaticano mismo. La Virgen había revelado explícitamente, en La Salette, que éste debía nacer «de una religiosa hebraica» (sionismo), y que «su padre seriá Obispo» (colaboración israelí-cristiana). Ella reveló tambien que «Roma perderá la fe y se volverá la sede del Anticristo». No obstante, el secreto de Fátima revela al mundo la identidad del Anticristo; y esto, el Papa no tuvo el valor de hacerlo. El mismo Jesús desenmascaró a su enemigo revelando la identidad de la Bestia el 13 de mayo de 1970.

La Aparición de la Virgen en nuestro tiempo es una señal apocalíptica innegable.

Los «Dos Testigos»

Dios suscitará sus «Dos Testigos» para profetizar contra la Bestia. Ésta triunfará y los matará. El mundo se alegrará y se congratulará por su puesta a muerte:

«Yo enviaré mis dos testigos a profetizar (contra la Bestia)… la Bestia que sube del Abismo hara guea contra ellos, y los vencerá, y los matará… Los moradores de la tierra se alegrarán y se felicitarán ya que estos dos profetas les habían causado muchos tormentos…» (Apocalipsis 11,3-10)

Acusados de «terrorismo», los dos testigos de Dios son agobiados por el mundo entero. Estos «Dos Testigos» son dos pueblos: los palestinos y los libaneses, en particular, del Sur del Líbano, que luchan contra la Bestia, y no se someten ni colaboraran con ella. Estas dos categorías de hombres se mencionan en otra parte aún en el Apocalipsis: San Juan ve «las almas de los que se habían degollado por la palabra de Dios (los palestinos, el primer Testigo) y por el testimonio que ellos tenían (este testimonio es la resistencia contra Israel). Clamában con una alta voz (de todo corazón) hacia Dios: ¿hasta cuándo, Señor Santo y Verdadero, vas a estar sin hacer justicia, y sin tomar venganza por nuestra sangre…?». Dios responde «diciéndoles que reposasen todavía un poco de tiempo, hasta que se completaran el numero de sus consiervos y sus hermanos (los libaneses, el segundo Testigo) que tambien habian de ser muertos como ellos» (Apocalipsis 6,9-11).

Estos dos testigos «tienen poder de cerrar el cielo para que no llueva en los días en que profeticen. Tienen también poder sobre las aguas, para convertirlas en sangre, y para herir la tierra con toda plaga cuantas veces quiseren…» (Apocalipsis 11,6).

El sentido de estos versículos simbólicos es el siguiente: Estos dos testigos tienen el poder de impedir, con acciones militares, que todo proceso de paz se haga a su detrimento (de «falsa paz», ha dicho La Virgen en La Salette). En efecto, «Cielo» y «lluvia» simbolizan la paz y la prosperidad bloqueada por la resistencia de los dos testigos contra la Bestia.

En cuanto al «poder de convertir el agua (del bautismo) en sangre», eso significa que sangre derramada, resistiendo a la Bestia, es un testimonio para Jesús que les vale un bautismo, no por el agua, pero por la sangre (el bautismo de Fátima). Dios los considera incluso «crucificados» como Jesús: «la Bestia que sube del Abismo hará guerrar contra ellos, los vencerá y los matará… allí donde (en Jerusalén) su Señor (el Cristo) también fué crucificado» (Apocalipsis 11,7-8). Este bautismo de sangre los vuelve discípulos del Cristo porque El es su Señor.

El «Angel» del Apocalipsis

Este «Angel» enviado del Cielo es un hombre, como eso fué explicado en el capítulo primero.

La Bestia habiendo aparecido, Jesús reveló el misterio apocalíptico a su «Angel». Entonces El lo envía con el «Pequeño Libro abierto en mano» (Apocalipsis 10,1-2), a fin de explicar el contenido: «No selles las palabras proféticas de este libro porque el Tiempo está cerca» (22,10).

Una característica de este enviado es que el viene del Este (con relación a Patmos); el es un oriental. Juan dice en efecto: «Vi otro Angel que subía del Este, y tenia Sello del Dios vivo…» (Apocalipsis 7,2).

Es del Oriente, del Líbano, allí donde el Mesías le reveló el misterio del Libro del Apocalipsis, que fué enviado a este hombre para explicar a los hombres el contenido de ese Libro. El «Sello del Dios Vivo» es este mismo «Pequeño Libro». Los que creen en este Mensaje son automáticamente «marcados», elegidos por Dios. Esta selección de los elegidos se hace antes del gran cataclismo universal (guerra nuclear) que pondrá fin a la hegemonía mundial de las dos Bestias:

«El (el Angel) clamó con gran voz: no hagáis daño a la tierra ni al mar ni a los árboles, hasta que marquemos con el sello la frente de los siervos de nuestro Dios» (Apocalipsis 7,2-3)

Jesús había yá predicto ese día temible que precede su regreso y cambia la cara del mundo:

«Las naciones estarán en angustia… los hombres se morirán de susto en la espera de lo que amenazará el mundo (las armas nucleares amenazan el mundo entero)… y entonces verán al Hijo del Hombre venir en una nube con potestad y gloria», pero El se apresuró inmediatamente en tranquilizar a los suyos, los que fueron marcados con el Sello del Dios vivo: «Y cuando estas cosas comenzaren a hacerse, mirad, y levantad vuestras cabezas, porque vuestra redención está cerca» (Lucas 21,25-28)

Razones del hermetismo: La profecía sellada se explica a su debido tiempo

El Apocalipsis permaneció un Libro herméticamente secreto por varias razones, la principal siendo que las profecías que se hayan allí, aún no se han cumplido. Ahora bien, toda profecía no puede ser entendida hasta su cumplimiento histórico. Así pues, las profecías del Antiguo Testamento relativas al Advenimiento del Mesías no pudieron ser comprendidas con sus detalles sinó después de la llegada de Jesús. Nadie se esperaba, por ejemplo, que al Mesías se le dé muerte por aquellos mismos que le esperaban impacientemente. Por ello, el capítulo 53 de Isaías, hablando del Mesías puesto a muerte, por su pueblo, era incomprensible antes de la crucifixión de Jesús.

Del mismo modo, las profecías apocalípticas relativas a la Bestia eran completamente oscuras. Cuando ésta apareció, entonces el Cristo El mismo intervino para aclarar las profecías por las cuales fue anunciada. Sin esta intervención divina, esas profecías habrían seguido siendo herméticamente secretas.

Antaño, Jesús apareció a los discípulos de Emaus después de su Resurrección: «y, comenzando desde Moisés y recorriendo a todos los profetas, declarabales en todas las Escrituras lo que de El decian» (Lucas 24,27)… Entonces les abrió el espíritu a la inteligencia de las Escrituras, y les dijo: «Así está escrito yasi fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al terer dia…» (Lucas 24,45-46). Si Jesús no les hubiera explicado a sus discipulos las profecías que lo concernaban, su espíritu – y el nuestro también, seguramente no se habría abierto a «la inteligencia de las Ecrituras». Del mismo modo, si Él no hubiera explicado ese «pequeño Libro», el Apocalipsis, habría seguido siendo cerrado, inaccesible a nuestra inteligencia.

Con respecto a las profecías bíblicas, San Pedro dice:

«Entendiento primero esto, que ninguna profecía de la Escritura es de particular interpretacion; porque la profecia no fue en los tiempos passados traída por voluntad humana, sino los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados del Espíritu Santo.» (2 Pedro 1,20-21)

Es necesario bien destacar que la explicación del Apocalipsis dada aquí, no es una «explicación personal», sino una revelación divina hecha por Jésus mismo. Sí, antes del 13 de mayo de 1970, el Apocalipsis seguía siendo oscuro, es porque el Espíritu Santo aún no lo había explicado; ciertos hombres habían intentado dar una explicación personal y por iniciativa propia. Pero ellos no abían sido acreditados por Dios.

Dos factores contribuyeron a guardar el secreto del Apocalipsis hermético durante tanto tiempo:

1. Las profecías apocalípticas aún no se habian cumplido: Muchos, con respecto a estas profecías, «pretendieron descubrir qué tiempo y qué circunstancias tenían en vista el Espíritu del Cristo», (1 Pedro 1,11), pero todas estas investigaciones humanas siguieron siendo inútiles ya que ni «el tiempo» ni «las circunstancias» aún se habian cumplido. Desde 1948, fecha de la aparición de la Bestia, el tiempo y las circunstancias apocalípticos resultaron evidentes en el mundo. El Cristo apareció pués, el 13 de mayo de 1970, abriendo el «Pequeño Libro», para revelar su dimensión profética.

2.El texto apocalíptico presenta los acontecimientos de una manera especialmente complicada. Esto mantiene su mensaje perfectamente secreto, incluso después del regreso de la Bestia. Si Jesús no hubiera dado la «Clave», el Apocalipsis habría seguido siendo hermético debido a los tres siguientes factores:

  1. El enredo entre acontecimientos y protagonistas
  2. La repetición variada de un mismo acontecimiento
  3. Los diferentes símbolos para una misma realidad

El enredo

Los acontecimientos y los protagonistas se mezclan, no parecen de manera organizada, ni por orden de su aparición. Leyendo el Apocalipsis, no se debe esperar un desarrollo seguido de los acontecimientos relatados. Hay un tal enredo entre protagonistas y acontecimientos, que se pierde el hilo de las ideas. Así pues, se menciona la Bestia, por ejemplo, repentina y brevemente en el capítulo 11,7, sin presentación previa, como si se supone al lector conocer su identidad. Pasa pues completamente inadvertida. Se vuelve a hablar de ella a continuación detenidamente, en los capítulos 13 y 17, dónde se presenta con todo detalle, que hace resaltar su carácter salvaje, su existencia previa, su desaparición y por fin su reaparición con fuerza en un lugar vago, antes que se desaparexca para siempre. Pero por eso es necesario la «Clave» para entender todo eso. Con la explicación revelada por Jesús se llega, a través de paciencia, a poner las partes del «Rompe cabeza» apocalíptico cada una en su lugar. Sin esta «Clave» , los lectores se extravían en los meandros de este Libro.

La repetición variada

El relato del mismo acontecimiento se repite bajo distintas formas. Tal fué el caso, en el Génesis, de los dos sueños del Faraón interpretados por José: El sueño de los «siete espigas» y el de las «siete vacas». Los dos sueños tienen una misma interpretación: anunciaban el hambre de siete años que seguiría los siete años de cosecha abundante. José explicó al Faraón que «si su sueño se habia renovado dos veces, es que la cosa está decidida por parte de Dios y Dios tiene prisa para cumplirla» (Génesis 41,17-32).

En el Apocalipsis también, hay repetición bajo distintos símbolos ya que Dios decidío inexorablemente actuar contra la Bestia en su regreso y destruirla para siempre, de una vez por todas.

  1. Una primera presentación de los acontecimientos va del capítulo 4 al capítulo 8,1: El Señor está sobre su Trono para juzgar la humanidad según de un libro cerrado de 7 sellos que tiene en mano. En el capítulo 5, el Cordero (Jesús) se presenta para tomar el Libro (Apocalipsis 5,7), y en el capítulo 6, abre los sellos el uno tras el otro. Cuatro caballos (es la Bestia) aparecen con sus jinetes que causan guerras y hambres (Apocalipsis 6,1-8). Estos cuatro jinetes «deguellan los testigos de Dios; bajo el altar» (Apocalipsis 6,9-11). Por fin, Dios concede sus súplicas a esos mártires (Apocalipsis 6,9) y manifiesta su cólera contra la Bestia (Apocalipsis 6,12-17). Después de la caída de ésta, una nueva era se abre en el mundo (Apocalipsis 21 & 22).
  2. Una segunda presentación del mismo relato sigue inmediatamente con símbolos diferentes. Va del capítulo 8,2 hasta el final del capítulo 9. Aquí, los 7 sellos son sustituidos por 7 trompetas tenidas por 7 ángeles.

    Entre esta segunda presentación y la tercera que la sigue, aparecen, del capítulo 10 al capítulo 15,4, en símbolos, mezclados, los protagonistas de la Historia: el Ángel, los dos Testigos, el Dragón, la Mujer, la Bestia, la Otra bestia, los Elegidos.

  3. Se reanuda una tercera presentación de los acontecimientos del capítulo 15,5 al capítulo 16. El simbolismo difiere aún de los otros: son 7 Ángeles que llevan 7 copas llenas de la cólera de Dios.

A cada sello abierto, a cada trompeta sonada y a cada copa derramada sobre la tierra, son los mismos acontecimientos repetidos bajo símbolos diferentes.

La forma simbólica variada

Presenta a los mismos protagonistas bajo símbolos diferentes:

La Bestia de los capítulos 13 y 17 también está representada por:

  • Los «4 caballos» devastadores (Apocalipsis 6,1-7)
  • La montaña (de Sión) lanzada al mar (Apocalipsis 8,8)
  • La estrella (de David) que cae del cielo sobre la tierra (Apocalipsis 9,1)
  • «Los paganos que hollan la Ciudad Santa» (Apocalipsis 11,2)
  • «Babilonia la Grande» (Apocalipsis 18,2)
  • «Las naciones» (infieles), «Gog y Magog», reunidas de las 4 extremidades de la tierra en Jerusalén, la «Ciudad amada» (Apocalipsis 20,7-9)

Los símbolos más difíciles a comprender – y allí es necesario estar atentos- están en el capítulo 17,9-11: Los «siete cabezas (de la Bestia) son siete colinas» sobre las cuáles la famosa Ramera esta sentada (son las 7 colinas sobre las cuales se encuentra Jerusalén: Monte Sión, Monte Moréah, etc… Apocalipsis 17,9). Son también los «siete reyes» (Apocalipsis 17,10). Estos reyes representan la historia pasada de Israel como reino: los 5 reyes que yá pasaron representan a la Bestia que «era». El que vive aún representa a los Judíos quienes se esforzaban secretamente para restablecer el reino israelí bajo el imperio Romano. Pablo nombra eso «el misterio de iniquidad que está yá obrando» (2 Tesalonicenses 2,7). El séptimo rey «quién aún no vino y debe permanecer por poco tiempo», representa la Bestia de regreso al mundo «para poco tiempo y que es también el octavo, sin embargo, uno de los siete». Israel, de regreso, pero no en forma de reino como en los viejos tiempos, es «el octavo, pero sin embargo, uno de los siete reyes», ya que representa esos «siete reyes» de Israel del pasado y personifica toda la historia de Israel. Los Israelíes esperan aún restaurar el Reino de David y el Templo de Salomón en Jerusalén; declaran siempre a Jerusalén como capital y Ciudad del Rey David.

Esta variedad de símbolos se aplica también a las cifras:
Los «42 meses» (Apocalipsis 11,2) son los «1260 días» (Apocalipsis 11,3/12,6): 42 meses = 1260 días

Este mismo período se llama «un tiempo, dos tiempos y la mitad de un tiempo» (Apocalipsis 12,14).
Más aclaración se dá en el siguiente capítulo.

Explicación de las cifras y símbolos

La cifra «666»

666 talentos de oro

Hemos visto que la cifra «666» , nombre de la Bestia, indica los 666 talentos de oro que recibía anualmente Salomón de los países vecinos (1 Reyes 10,14/2 Crónicas 9,13). Israel sueña hoy día de tener en sus cajas, anualmente, una entrada similar que equivale a más de 17000 Kg de oro (17 toneladas!). Tal riqueza ingresada a Israel de los Árabes (petróleo etc…) no solamente reflotaría considerablemente la economía de Israel, pero tambien significaría la influencia moral israelí sobre los países árabes… aún sobre el mundo entero. La cifra 666 simboliza pues las pretensiones sionistas: el Gran Israel.

Símbolo del fracaso

La cifra 6 es el símbolo del fracaso. Es la suerte de la Estrella de 6 ramas, símbolo de Israel. Proféticamente hablando, la cifra 6 es el símbolo del Malaquías y de la imperfección, en comparación con la cifra 7, símbolo del Bien y de la perfección. Cuando Jesús pide perdonar, «7 veces o 77 veces» (Mateo 18,21), es necesario comprender que el perdón debe concederse plenamente a los que lo piden sinceramente, no solamente un gran número de veces (7 veces) sino más allá, hasta el simbolismo de la cifra 7, perdonar perfectamente, de todo corazón. Del mismo modo, los «7 sellos» del Libro significan que se guarda perfectamente su secreto; los «7 cuernos del Cordero» indican su Toda Potencia, y sus «7 ojos», su visión perfecta de las almas (Apocalipsis 5,6).

En el contexto del Apocalipsis, la cifra 6, un grado debajo del 7, es pues el símbolo de un trabajo estéril, abortado, que desemboca en la tormenta eterna en vez de conseguir el descanso «del septimo día». Dios creó el Universo en 6 días, pero «Se descansó el septimo día» (Génesis 2,2). El hombre bajo la señal del «7» entre en el Descanso de Dios. San Pablo dice que el «descanso del septimo día» se reserva a los discípulos de Jesús. Por eso invita a los Judíos recalcitrantes a creer en Jesús: «Temamos pues que uno de ustedes no llegue demasiado tarde (al descanso de Dios)… quien reserva un descanso, el del septimo día, al pueblo de Dios (los discípulos de Jesús)… Esfuerzanse pues para entrar en este reposo» (Hebreos 4,1-11).

Jesús mismo, invita a todos los hombres a entrar en este Descanso: «Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, que yo os haré descansar… Llevad mi yugo… y hallaréis descanso para vustras almas…» (Mateo 11,28-29). Rogamos para que los Judíos respondan a esta invitación del Mesías. Entonces comprenderán que el plan sionista no les reserva ni paz, ni seguridad, y que el único verdadero Descanso se encuentra en la fe en Jesús. Los que rechazan la ida adonde El se condenan ellos mismos a un agotamiento eterno; son marcados por el sello del diablo: el 6; no entran nunca al «séptimo día» del Descanso eterno. Por eso Dios ha dicho en el Apocalipsis:

«El humo del tormento de ellos se eleva para siempre jamás. Y los que adoran a la Bestia y a su imagen, no tienen reposo día noche» (Apocalipsis 14,11)

En cuanto a los que combaten contra la Bestia, son ellos quienes, quizá sin saberlo, practican «la paciencia de los santos y guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús» (Apocalipsis 14,12). Seran introducidos en el descanso de Dios para siempre:

«Bienaventurados los muertos que de aquí adelante mueren en el Señor.
Si, dice el Espíritu, que descancarán de sus trabajos; porque sus obras con ellos siguen» (Apocalipsis 14,13)

La alianza de los tres protagonistas del mal

La triple repetición de la cifra 6 (666) representa la alianza de los tres protagonistas del mal: El «Dragón» , la «Bestia» y la «segunda Bestia». Estos tres aliados se unen y son marcados por la cifra 6, en una cifra única: 666, ya que trabajan juntos para construir el Imperio de la Bestia. De un lado, «el Dragón transmite su poder, su trono y un imperio inmenso a la Bestia» (Apocalipsis 13,2), y del otro, la segunda Bestia, también, esta «enteramente; al servicio de la Bestia y establece por todas partes su Imperio» (Apocalipsis 13,11-12), con sus «diez reyes todos de acuerdo para entregar a la Bestia su potencia y su poder» (Apocalipsis 17,12-13). Se trata muy bien allí de alianza tripartita maléfica.

La prensa mundial informa sin cesar de que los jefes de las dos Bestias recorren continuamente la tierra para reunir a los reyes del mundo entero – reyes y jefes árabes en particular – con el fin de congregarlos a la posición americana e imponer la paz con Israel. Esta «falsa paz» se terminará por una guerra llamada simbólicamente «Armagedón». Juan dice: «Vi tres espíritus inmundos… estos son espíritus demoníacos… que se van a reunir los reyes del mundo entero para la guerra, para el gran Día de Dios Todopoderoso… y los congrego en el lugar, que en hebreo se llama ‘Armagedón’» (Apocalipsis 16, 13-16). El Apocalipsis destaca que este nombre está en hebreo. En ese idioma, eso significa Montaña de Megiddo (Har, en hebreo, significa montaña). Megiddo, cerca de Haifa, es el lugar de la derrota total de las tropas israelíes frente a Egipto en 609 a. J. – C. (2 Reyes 23,28-30/2 Crónicas 35,19-25). El faraón Nechâo mató al rey Josías en quien los Israelíes habían puesto todas sus esperanzas. Eso fue el principio del hundimiento de Israel. En efecto, una veintena de año más tarde, Nabucodonosor invade Jerusalén y destruye el Templo de Salomón, poniendo fin, por primera vez, al reino israelí. Por lo tanto, para los Judíos, Megiddo se volvió el símbolo de la derrota y la exterminación de Israel. Un nuevo grande Megiddo, grande como una montaña (har) esta reservado a la bestia… y a sus aliados.

Los «42 meses»

Le fue dada a la Bestia «potencia de obrar 42 meses» (Apocalipsis 13,5); y «los paganos (la Bestia) hollaron la Ciudad Santa (Jerusalén) 42 meses», ellos también (Apocalipsis 11,2). Eso significa que la Bestia y los paganos son los mismos. Pero Dios suscitará contra ellos sus «2 testigos para profetizar por 1260 días» (Apocalipsis 11,3), esto significa que profetizarán contra la Bestia todo el período que ocupará a Palestina, ya que los «42 meses» igualan «1260 días» (42 x 30).

Durante este mismo tiempo, la «Mujer», símbolo de los Apóstoles apocalípticos, huye «al desierto, hasta el refugio donde, lejos de la Serpiente, debe ser alimentada (del Mensaje del Apocalipsis) por un tiempo y dos tiempos y la mitad de un tiempo (tres tiempos y medio)» (Apocalipsis 12,14). Estos tres tiempos y medio son los «42 meses» o «1260 días» quiénes igualan tres y medio. Este mismo período aún es simbolizado por «tres días y medio» (Apocalipsis 11,9), período de la persecución de los 2 Testigos de Dios cuyos «cadáveres permanecen expuestos respecto al pueblo… durante tres días y medio» (Apocalipsis 11,9). Las televisiones mostraron, «delante de los pueblos» del mundo entero, las víctimas palestinas y libanesas perseguidas por Israel; se les mata, siempre se les encarcela, y, se les expulsa de sus hogares demolidos y de su tierra para sustituirlos por colonos israelíes.

Según el profeta Daniel, estos «tres tiempos y medio» pasaron a ser la duración simbólica de toda injusticia y de las persecuciones en general (véase Daniel 7,25).

Este período, cada vez relatado diferentemente en el Apocalipsis, trastorna al lector y contribuye a hacer imposible la comprensión del texto. He aquí la explicación: La Bestia debe ocupar la Palestina durante «42 meses». Durante este tiempo, que iguala a «1260 días», los «2 Testigos» de Dios le resisten, y los Apóstoles del Apocalipsis, los hijos de la «Mujer», son eligidos y aislados «en el desierto» para que «se alimenten» del Libro del Apocalipsis (Apocalipsis 12,14). Están invitados a «tomar» este Libro de la mano del Ángel que lo tiene abierto, y a «comerlo para testimoniar DE NUEVO», ellos también, con los 2 Testigos, «contra muchos pueblos, naciones, lenguas y reyes» aliados de la Bestia (Apocalipsis 10,8-10).

Los «cuernos»

Los cuernos simbolizan la potencia. Satanás aparece en el Apocalipsis bajo la forma de un «Dragón rojo fuego (señal de furia), con siete cabezas y diez cuernos, y en sus cabezas, siete diademas» (Apocalipsis 12,3). La Bestia también «tiene diez cuernos y siete cabezas, sobre sus cuernos diez diademas, y sobre sus cabezas nombre de blasfemia» (Apocalipsis 13,1).

Un detalle importante pasa inadvertido: la Bestia tiene «siete cabezas y diez cuernos»; los diademas no están sobre sus cabezas sino «sobre los diez cuernos», símbolo de los «diez reyes» quiénes ponen su potencia al servicio de la Bestia. En cuanto al Dragón, lleva las diademas sobre «cada cabeza», ya que saca su potencia de sí mismo. Es el rey coronado con el Mal.

Los «4 caballos» y sus jinetes

Los 4 caballos del capítulo 6,1-7 son una misma entidad: la Bestia. Ellos se oponen a los «4 Seres vivientes» en torno al trono (Apocalipsis 4,6-7) que representan a los 4 Evangelistas. Cada uno de los Evangelistas permite a uno de los 4 caballos de venir en el mundo con su jinete gritandoe: «¡Ven!» Los 4 Evangelistas del Cristo dieron la vida al mundo. Por el contrario, el poder otorgado a los 4 jinetes es «para exterminar con la guerra, con el hambre, con la muerte y con las bestias de la tierra» (Apocalipsis 6,8). Estas bestias son las dos Bestias del Apocalipsis a quien está permitido de «venir» para probar a los hombres.

Las armas apocalípticas

San Juan ha visto tres clases de armas inexistentes en su tiempo: los aviones, las bombas y los carros de asalto. Son estas armas apocalípticas que hacen la potencia de la bestia.

Las «langostas» (aviones y helicópteros)

San Juan ha visto aparecer extrañas «langostas» de guerra. Son los aviones y los helicópteros:

«…Langostas salieron sobre la tierra… Semejantes a caballos aparejados para la guerra (son armas de guerra), sus caras como caras de hombres (son conducidas por hombres), su tórax, como corazas de hierro (la carlinga metálica del avión) y el estruendo de sus alas, como el ruido de carros que con muchos caballos corren a la batalla (el estruendo de los motores en las alas)» (Apocalipsis 9,3-11)

Las batallas aéreas son una nueva dimensión de guerra e indican el tiempo apocalíptico. Los aviones de guerra son la principal potencia militar de Israel que le confiriéron los EE.UU.

El «Granizo» (las bombas)

Las bombas están representadas por el «granizo enorme» predicho en el Apocalipsis y que nunca se ha visto sobre tierra antes. Cada parte pesa «1 talento» (la dimensión de las bombas modernas). Este granizo horrible causa espantosos desastres sobre la tierra: «Granizos enormes, – cerca de un talento cada uno se cayeron del cielo sobre los hombres… causando un espantoso desastre» (Apocalipsis 16,21).

Este granizo desastroso aparece en el mismo tiempo con «los langostas» de guerra. Las bombas, en particular, de rafragmentacion, de NAPALM, nucleares, empleadas por las dos Bestias y sus aliados, son una potente arma contra todos los que les resisten. Esta plaga fue anunciada por las profecías para indicar el tiempo apocalíptico.

Los «caballos» (los carros de asalto)

San Juan dice: «Y así ví los caballos en visión, y los que sobre ellos estában sentados, los cuales tenián corazas de fuego, de jacinto y de azufre. Y las cabezas de los caballos éran como cabezas de leones, y de la boca de ellos salía fuego y humo y azufre (los cañones y las metralletas sobre los carros de asalto» (Apocalipsis 9,17).

Las profecías sobre el arsenal apocalíptico no se podían entender antes de la aparición de las armas predichas que eran inimaginables al tiempo de Juan, e incluso hasta los principios del siglo XX.

El lugar geográfico

Palestina es el centro principal de los acontecimientos apocalípticos. Dos textos llaman nuestra atención hacia este país y especialmente hacia Jerusalén, la «Ciudad Santa» y la «Ciudad Amada».
Es allí que fué profetiza la aparición de la Bestia:

«Los paganos hollarán la Ciudad Santa durante 42 meses» (Apocalipsis 11,2)

«Satanás reúne las naciones paganas de las cuatro extremidades de la tierra para la guerra y subieron sobre la anchura de la tierra (implantaciones israelíes sobre toda la anchura de Palestina), e circundaron la Ciudad Amada (Jerusalén, especialmente deseada por Israel como capital)» (20,7-9)

El país donde Satanás reúne a sus hombres es reconocible debido a la mención de la «Ciudad Amada».

Las características de la Bestia

  1. Existía en el pasado, había desaparecido y debe reaparecer.
  2. Reaparece en Palestina con potencia y parece invencible.
  3. Alcanzada por una herida mortal, pero se cura.
  4. Tiene un gran poder internacional.
  5. Representa a un grupo de hombres.
  6. Una nación potente la sostiene y la impone al mundo.
  7. Aparece con los aviones, las bombas y los carros de asalto.
  8. Hará derramar mucha sangre inocente.
  9. Niega que Jesús es el Cristo.
  10. Será destruida por la guerra de Armagedón.

La aparición, en 1948, en Palestina, del Estado de Israel sostenido por los EEUU, ese Estado formado por colonos judíos que vienen de las 4 extremidades de la tierra, para establecerse sobre toda la anchura de la tierra y declarar Jerusalén como capital, es una señal que el Tiempo apocalíptico está allí.

Después de la caída

La Restauración: Nuevo Cielo y Nueva Tierra

Después de la caída definitiva de la Bestia, Dios inaugura una nueva era en el mundo. San Juan ve «un nuevo Cielo, una Tierra Nueva» (21,1), y dice que «El que estaba sentado sobre el Trono declaró: He aquí, yohago nuevas todas las cosas» (21,5). Este nuevo universo ya fue profetizado por San Pedro: «Bien que esoeramos cielos nuevos y tierra nueva, según sus promesas, en los cuales mora la justicia» (2 Pedro 3,13). (Véase el texto «La Restauración Universal»).

La historia del Apocalipsis está dicha de manera simple y metódica. No fue revelada a San Juan de esta manera clara y ordenada, Dios quiso guardar el contenido secreto (Apocalipsis 5,1; 10,4) hasta el momento de la aparición de la Bestia, la víspera de la Vuelta del Cristo. Envió, entonces, a su mensajero para explicar todo: «Selles las palabras de la profecía de este libro, ya que el tiempo (de la Vuelta del Cristo) esta cerca» (22,10). Dios quiso este hermetismo para; «probar los habitantes del la tierra» antes de la Vuelta de Jesús (Apocalipsis 3,10-11).

Es así como el Cristo sondéa actualmente los corazones: «Yo soy el que escudriño los corazones y los riñones» dijo Jesús (Apocalipsis 2,23). Los elegidos son los que toman parte con la justicia, combatiendo con valor y determinación contra la Bestia, al precio de su vida propia. Ellos establecen – por su resistencia contra el Anticristo- el Reino de Dios y de su Cristo sobre la tierra:

«Ahora ha venido la salvacíon, y la virtud, y el reino de nuestro Dios, y el poder de su Cristo… porque el acusador (la Bestia) de nuestros hermanos (los dos testigos) ha sido arrojado… y ellos le han vencido por la sangre del Cordero, y por la palabra de su testimonio y no han amado su vida hasta la muerte» (Apocalipsis 12,10-11)

El Apocalipsis cuenta la historia del regreso de Israel, la Bestia, el Anticristo, y su condena definitiva. Su caída manifestará la potencia y la gloria del Mesías, Jesús de Nazarea, cuyo Reino permanecerá para siempre.

El Reino de Dios sobre la tierra

La septima trompeta resuena: anuncia el establecimiento del Reino de Dios y de Jesús sobre la tierra después de la caída del Anticristo:

«El séptimo Ángel tocó la trompeta, y fueron hechas grandes voces en el cielo, que decían: Los reinos del mundo han venido a ser los reinos de nuestro Señor, y de su Cristo: Y reinará para siempre jamas.» (Apocalipsis 11,15)

La Luz divina, apagada por el Dragón y la Bestia, esplenderá de nuevo en los corazones sedientos a la Verdad y el Amor. Vivirán con Dios en ellos y serán el Templo de Dios:

«Luego yo vi un nuevo Cielo y una nueva Tierra. El primer cielo y la primera tierra, desapareciéron, y el mar (la muerte del alma), ya ho es… Al que tuviere sed, yo le daré de la fuente del agua de Vida gratuitamente… Seré su Dios y él será mi hijo… Y no vi en ella templo; porque el Señor Dios Todopoderoso es el templo de ella,y el cordero… alli no habrá noche» (Apocalipsis 21)

«Y el que tiene sed venga: Y el que quiere tome del agua de la vida de balde» (Apocalipsis 22,17)

Padre, que venga tu Reino, que se haga tu voluntad sobre la tierra como al cielo. ¡Amén!

«¡Oh sí, ven Señor Jesús! ¡Amén!»

«El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las Iglesias» (Apocalipsis 2,7)

Pierre (1978 / Revisado 2005)

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