La mayoría de los Cristianos (y otras religiones) siguen golpearse el pecho (incluso batirse), pidiendo a Dios que perdone sus pecados. Ellos se consideran constantemente indignos de acercarse del Pan de Vida, de alimentarse espiritualmente del santo Cuerpo de Cristo antes de confesarse que son pecadores e indignos. Debemos poner fin a este complejo de culpa inspirado por el enemigo para habitarnos. He sido enviado para vos liberar de eso y vos recordar que Dios, nuestro Padre, anula nuestros pecados por tres razones:
- Para creer que Jesús es el Cristo anunciado por la profecías (Hechos 13,38 /26,18).
- Para creer en el Pan de Vida, el regalo de Dios para el perdón de los pecados (Mateo 26,28).
- Para creer en el mensaje del Apocalipsis según lo revelado por Jesús (Apocalipsis 1,5-6).
¿Significa esto que podemos seguir al pecado y recibir el perdón automáticamente por la fe en Jesús? Por supuesto que no! Aquellos que creen eso no entienden nada de la palabras de Dios y no penetran sus intenciones. De hecho, aquellos que verdaderamente han conocido a Jesús en su camino y que realmente han creído en Él de todo corazón tienen sus pecados perdonados y no cometen pecados más.
Aquí está lo que San Juan dijo:
«Todo el que permanece en El (Jesús), no peca. Todo el que peca, no le ha visto ni conocido» (1 Juan 3,6)
«Todo el que ha nacido de Dios no comete pecado… y no puede pecar porque ha nacido de Dios» (1 Juan 3,9)
«Sabemos que todo el que ha nacido de Dios no peca, sino que el Engendrado de Dios (Jesús) le guarda y el Maligno (Satanás) no llega a tocarle. Sabemos que somos de Dios y que el mundo entero yace en poder del Maligno.» (1 Juan 5,18-19)
«Al que nos amó, y ha lavado de nuestros pecados con su sangre…y ha hecho de nosotros un Reino de Sacerdotes para su Dios (Apocalipsis 1,6)… y a todos los que no adoraron a la Bestia ni a su imagen, y no aceptaron la marca en su frente o en su mano:…Revivieron (Espiritualmente) y reinaron con Cristo mil años. Los demás muertos (Los del pasado) no revivieron hasta que se acabaron los mil años (al final del mundo durante la segunda resurrección de todos los muertos para la adjudicación final). Es la primera resurrección. Dichoso y santo el que participa en la primera Resurrección; la segunda muerte no tiene poder sobre éstos, sino que serán Sacerdotes de Dios y de Cristo y reinarán con él mil años (hasta el final del mundo)» (Apocalipsis 20, 4-6)
Que liberemos de esta humildad falsa que nos hace caer por ninguna razón buena, la cabeza a nuestro Padre. Está inspirada por el diablo y sus agentes en la tierra. Dios desea que sus hijos lo miren a la cara, que «le saltan en el cuello», como los niños se apresuran espontáneamente a su padre. Jesús nos dice:
«Cuando empiecen a suceder estas cosas, cobrad ánimo y levantad la cabeza» (Luc 21,28)
Vos recuerdo todo esto para que estéis llenos de confianza a Nuestro Padre por su fe total en Jesús y su rechazo del Anticristo que no «marca en sus frentes ni en sus manos» (Apocalipsis 13,16-17). San Pablo nos invitaba a tomar esta actitud de ser seguros: ..« conforme al previo designio eterno que (Dios) realizó en Cristo Jesús, Señor nuestro, quien, mediante la fe en él, nos da valor para llegarnos confiadamente (a Dios)» (Efesios 3, 11-12). En efecto, como Juan dijo, «No hay temor en el amor; sino que el amor perfecto expulsa el temor, porque el temor mira el castigo (como resultado del pecado, pero los discípulos verdaderos de Jesús no pecan), quien teme no ha llegado a la plenitud en el amor», el concluyó (1 Juan 4,18).
Por eso no pedimos al Padre que perdone nuestros pecados, y esto ya esta obtenido! Ignoramos esto entonces? No queremos o que ya no debemos le «insistir» de un asunto ya concluido entre Él y nosotros. Agradezcamos-lo, más bien, constantemente, del perdón y del olvido de nuestros pecados, de dejarnos participar en la Primera Resurrección, de hacernos, además, sus sacerdotes e sus íntimos y de reunirnos en torno a la Mesa santa de su Hijo. Y no olvidemos, en la euforia de esta alegría celestial, nuestra gratitud a María, Madre de Jesús y nuestra Madre Inmaculada, por su intercesión compasiva!
Por lo tanto nuestro Padre divino maravilloso quiere que nos comportemos con El desde nuestra estancia en la tierra: «Atreverse a acercarse de Él con confianza… Para el amor perfecto echa fuera el temor». Que su santa voluntad se hace «en la tierra como en el Cielo»!
Gloria por siempre al Santo Nombre del Padre a través de Jesús, el Mesías, nuestro Salvador. Amén.